...El hombre no es un ovni venido de una lejana galaxia; el hombre es un poema tejido con la niebla del amanecer, con el color de las flores, con el canto de los pájaros, con el aullido del lobo o el rugido del león. El hombre se acabara cuando se acabe el equilibrio vital del planeta que lo soporta. El hombre debe amar y respetar la Tierra como ama y respeta a su propia madre...
Félix Rodríguez de la Fuente.
Aunque no es de mi agrado conmemorar el aniversario de un fallecimiento. En el caso de Félix Rodríguez de la Fuente, nunca está de más rendirle homenaje aunque sea por el hecho de tener que recordar, coincidiendo con su treinta aniversario, aquel fatídico 14 de marzo de 1980 en el que Félix junto a parte de su equipo de El Hombre y la Tierra se había desplazado a tierras de Alaska para rodar las carreras de trineos tiradas por perros de esquimal más importante del mundo. Poco antes de subir a la avioneta que los llevaría para realizar el rodaje, y rememorando aquellos parajes tal como aparecían en las novelas de Jack Landon había leído en su juventud. Como si de un presagio del destino se tratase, Félix llega a decir: qué lugar más hermoso para morir. Unas horas después la avioneta en la que iban se estrellaría.
Este burgalés que murió el mismo día que cumplía cincuenta y dos años, dedicó su vida entera a cambiar la visión que los españoles teníamos de nuestro entorno. Sus mensajes y pensamiento, de profundo contenido humanista, ecológico y espiritual, llegó a calar en la conciencia de las gentes. Pionero del ecologismo en España, en una época donde hablar de respeto a la naturaleza, del conocimiento, respeto y amor a los animales era totalmente ajeno a una sociedad embullida en el desarrollismo económico y expansión urbana.
Félix supuso un contrapunto a la mentalidad y forma de ver de la sociedad de la época. Su peculiar personalidad entusiasta y apasionada por aquello a lo que entregó su vida y por el que sentía la necesidad y deber de transmitir para conocimiento del gran público de cara a su conservación y protección. Para ello, se sirvió de los mejores instrumentos, los medios de comunicación a través de los cuales mostró y plasmó todo aquello en lo que creía y amaba, desarrollando una actividad prolífica sobre todo los últimos doce años de su vida a través de programas de radio y televisión, películas, libros, estudios y artículos destacando por una prosa hermosa, clara y contundente.
Fue un viajero incansable que recorrió Europa, África y América, siguiendo a los animales que admiraba para mostrárselos al mundo entero, para tratar de despertar la conciencia ecológica en un país que siempre ha sido muy dado a la destrucción medioambiental. Y especialmente proyectando hacia los niños como principales destinatarios. Sin embargo, su mensaje llegó a calar en todo tipo de públicos, convirtiendo su obra audiovisual en una de las de referencia a nivel mundial en lo que a naturaleza y conservación del entorno se refiere. Muchos niños que veían sus programas o leyeron sus libros, coleccionables permitió les llegase el mensaje e interiorizasen el amor por la naturaleza convirtiéndose muchos de ellos en continuadores de su obra adquiriendo ese compromiso de concienciación ecológica.
La conciencia planetaria de Félix Rodríguez de la Fuente recoge sus pensamientos y teorías.
Félix sigue siendo un referente para el mundo del ecologismo no sólo nacional sino internacional. Su legado es atemporal, pervive su mensaje y cada vez resulta más necesario remarcar que junto a otros nombres ilustres como Cousteau o Attenborough se erigen como principales divulgadores y concienciadores por el respeto a la naturaleza. Con la particularidad que en el caso de Félix, es hablar de alguien familiar, cercano como así lo recibieron millones de españoles se acercaron a su obra sobre todo a través de la pequeña pantalla. El amigo Félix era su mejor reclamo y así se lo hizo saber y llegar la sociedad española. Su inconfundible voz y fuerza comunicadora y cautivadora de marcado entusiasmo y pasión por todo aquello que quería se viese y conociese sobre el mundo animal en un lenguaje audiovisual donde con maestría combinaba a la perfección imágenes y narración haciendo de series como El hombre y la Tierra, única e irrepetible.
El camino emprendido por Félix no fue fácil, tuvo muchos sectores en contra y que lo miraban con recelo, sobre todo en lo referente a la concienciación y el deber de preservar ciertas especies de animales que el amaba profundamente y que conformaban el patrimonio natural del Planeta, y que otros veían como alimañas. Gracias a él, el lobo, animal que tan bien supo retratar ante la pequeña pantalla en toda su idiosincrasia, desmitificando la idea de animal salvaje y enemigo del hombre. Hoy no existiría si no fuese a su lucha constante e incesante en su recuperación y protección.
Este libro narra la vida de Félix desde su niñez hasta pocos días después de morir. Es el resultado de más de veinte años de entrevistas, documentación e investigaciones sobre Félix Rodríguez de la Fuente, de su influencia y herencia ecológica a la sociedad.
Félix contó con una niñez de pleno disfrute de un entorno armónico hombre-naturaleza, que junto a una imaginación desbordante nutrida por los mitos y leyendas le contaban las gentes del pueblo, los pastores y su madre, conformaron su universo zoomórfico que ayudado por una escolarización tardía marcó su extraordinaria sensibilidad y pensamiento que en su madurez plasmará en toda su obra divulgativa. Si bien, aconsejado por su padre inició estudios de Medicina, especializándose y ejerciendo la profesión de odontólogo hasta la muerte de su padre. A pesar de cumplir el deseo de su padre, fiel a si mismo, compaginó con su verdadera vocación, el amor a los animales y la naturaleza. De forma autodidacta se inicia en el mundo de la cetrería y divulgación científica durante su etapa universitaria hasta convertirse en uno de los más expertos en el arte de la cetrería de nuestro país y que más ha hecho por recuperarla. Llegando a ser cofundador de la Sociedad Española de la Ornitología, así como propiciar la creación del Centro Nacional de Cetrería, hasta merecer el reconocimiento como Cetrero Mayor del Reino. A su vez le abre la posibilidad de realizar numerosas colaboraciones en prensa y programas de radio y televisión.
Su primera aparición en directo en un programa de televisión fue en 1966 acompañado de sus halcones, llegando a tener una enorme repercusión. Hasta tal punto que los televidentes invadieron con cartas TVE para pedir su reaparición El camino del éxito y reconocimiento no había hecho más que comenzar, pasando a resultar alguien familiar y querido entre el gran público como, Félix el amigo de los animales.
Aunque el objetivo prioritario de su labor divulgadora eran los niños, muestra de ello fueron sus coleccionables, calendarios, libros (Los Animales Cazadores, Los Paraísos de Africa..., así hasta unos dieciocho), series, posters, cassetes, calendarios, crónicas, fichas, cuadernos de campo, incluso comics (La Gran Fauna de Brugera), kalkos (La Aventura de la Vida), discos (La Montaña Sagrada), dibujos animados (El Reino Animal) o cromos (Animales del Mundo). Sin embargo no impidió llegase al gran público a través de programas televisivos como Imágenes para saber, Vida Salvaje y Fauna. El primer reconocimiento mundial tiene lugar con la serie documental Planeta Azul, contando con ciento cincuenta y tres programas emitidos entre 1970-73, convirtiéndose en la serie documental más extensa de las producciones de Félix, así como de la historia de TVE. También lleva a cabo una serie de colaboraciones en radio en el programa La aventura de la vida durante siete años. Emprende diversos proyectos editoriales, uno de los más importantes fue la coordinación de la enciclopedia Salvat de Fauna ibérica y europea, de la que se vendieron dieciocho millones de volúmenes, traducida a catorce idiomas y publicada en los cinco continentes, convirtiéndose en una referencia en los museos de ciencia natural.
Cabecera de El Hombre y la Tierra correspondiente a la serie ibérica.
Pero es entre 1974-1980 cuando realiza para televisión la que sin duda es su serie más famosa El Hombre y la Tierra, dividida en tres partes: las serie sudamericana, ibérica y norteamericana. La serie sudamericana se filmó en Venezuela, en el Orinoco y en el Amazonas, y aunque en principio sólo se iban a rodar ocho capítulos se ampliaron finalmente a dieciocho. La serie ibérica constó de tres partes y de una cuarta inconclusa. Por última, de la serie norteamericana sólo se pudo filmar la parte canadiense y dos capítulos en Alaska.
Una de las secuencias más impactantes y sobrecogedoras de la serie El Hombre y la Tierra en la que un águila real atrapa a un muflón.
El rodaje de la serie, que abarcó ciento veinte y cuatro capítulos, la mayoría rodados en España, supuso todo un reto, ya que se rodó en treinta y cinco milímetros, para lo que se tenían que transportar los pesados equipos de filmación de la época. También es de destacar su sintonía, compuesta por Antón García Abril, un encargo especial de Félix del cual quedó brindado. La serie se convirtió en un referente mundial y filmó algunos animales por primera vez, como el desmán de los Pirineos. Se consiguieron imágenes irrepetibles, gracias en parte a la utilización de animales acostumbrados a la presencia humana pero que conservan sus pautas normales de comportamiento, lo que se conocen como animales troquelados, sin llegar a estar domesticados. De otra forma sería imposible se diesen imágenes impactantes que dieron la vuelta al mundo, entre las que cabe destacar la caza de diversos animales por parte de las manadas de lobos, quizá la más espectacular y recordada, la caza de un muflón por un águila real. La serie se emitió en numerosos países con gran éxito de audiencia y cosechó premios tanto en España (Ondas, Antena de Oro) como en el extranjero (Festival de Televisión de Montecarlo). Es de destacar que la serie se hacía sin guión y Félix improvisaba el desarrollo de cada capítulo. Su obra pudo verse hasta casi una década después de su muerte debido a la enorme repercusión llegó a tener.
El estrecho vínculo de Félix con el lobo ibérico ha sido una constante en su labor divulgadora y verdadero empeño en su recuperación. Aquellos que mejor lo conocieron así lo atestiguan.
A través de sus series documentales para televisión nos acercó como si del balcón de nuestra casa se tratase a diferentes rincones del Planeta y de nuestro país en su estado más salvaje, en todo su esplendor y encanto. Un recurrente en la labor divulgadora de Félix fue la serranía de Jaén. En las que pudimos disfrutar de gran variedad de fauna salvaje y en especial las famosas berreas, de las cuales se crearon rutas a semejanza del recorrido de sus series, recibiendo el nombre del propio Félix. Dentro de la serranía, la de Cazorla, sin duda, la reina de los documentales de Félix, concentrándose toda la fuerza de la naturaleza salvaje que también supo plasmar Félix a través de múltiples capítulos de sus series. Innumerables e impresionantes escenas rodó en estos bellos parajes como fue la a berrea del ciervo en las orillas del embalse del Tranco, el celo de la cabra montés en las navas de las sierras del Pozo y de La Cabrilla, y los lances cetreros del águila real sobre los indefensos chivos, forman ya parte de la memoria imborrable de muchos amantes de la naturaleza. Pero además en estos montes jiennenses se rodaron dos de las escenas más impactantes de la serie El Hombre y la Tierra, la espectacular imagen del águila real capturando un chivo de cabra montés para llevárselo en sus garras desde lo alto de los riscos, y la dramática persecución y caza de los lobos a un muflón.
La parte iberoamericana de la serie El Hombre y la Tierra también tuvo escenas impactantes como las vividas por Félix y su equipo en la que definió como Operación anaconda.
Paralelamente, a su labor divulgadora se abocó a tareas conservacionistas de relevancia (salvamento de una probable extinción para los pocos lobos ibéricos que entonces sobrevivían, colaboración para la preservación de los osos ibéricos, linces, muflones etc.). En tal labor llegó ser promotor de la Asociación para la Defensa de la Naturaleza (ADENA), asociada a la WWF, e integrante del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
El mensaje definitivo de la voz de la naturaleza al mundo de los hombres.
Homenaje póstumo realizado por Proyecto Félix.