viernes, 14 de diciembre de 2012

Candy, la niña que veía brillar las estrellas muy cerca de si.


Este es el primer Inolvidable que dedico a un ser animado, la amiga Candy. Un personaje muy especial para quien escribe que tal vez traiga el recuerdo de muchos de vosotros. Para ello hay que remontarse hasta mediados de los 80, cuando TVE emitía los domingos por la tarde en la segunda cadena la serie Candy Candy. A pesar de pasar algo desapercibida ya que TVE no emitió en su totalidad, esto no impidió quedase un recuerdo imborrable en aquellos que la seguimos.

Cabecera de la serie Candy Candy.

Candy Candy es un cuento dramático que narra la historia de una niña huérfana de carácter alegre, valiente y gran corazón, capaz de sobreponerse ante cualquier adversidad, viviendo momentos de gran intensidad emotiva, al situarse en el umbral entre lo perdido y la ilusión por seguir adelante.
 
Kyoko Mizuki.

En realidad, el personaje de Candy es el reflejo personal de la que fue una de sus autoras Kyoko Mizuki, una conocida escritora japonesa de cuentos juveniles e historias románticas firmaba bajo el seudónimo de Keiko Nagita. Con veintiún años al quedarse huérfana de madre después de haber perdido a su padre con sólo doce años, trata de salir adelante a través de la escritura encontrando en el personaje e historias de Candy su mejor catarsis para el dolor.

Ymiko Igarashi.

Candy Candy apareció por primera vez en Japón como manga, publicándose en la revista Nakayoshi entre abril de 1975 y marzo de 1979. Un éxito que llevó a sus dos autoras, la escritora Kyoko Mizuki y la ilustradora Ymiko Igarashi, se les otorgara en 1977 el Kodansha Manga Award en la categoría de mejor manga shoujo por Candy Candy, pasando a adquirir un gran reconocimiento en su país como destacadas creadoras de dicho género.

Candy Candy en la revista mensual Nakayoshi (la imagen se corresponde al nº de mayo de 1976).

Shoujo en japonés significa chica joven, y sirve para definir a un tipo de cómic pensado principalmente para un público femenino, en cuyas historias predominan las aventuras, desavenencias y conflictos referentes a la vida en pareja, el enamoramiento, el amor, la amistad, a parte de contar con unas ilustraciones en las que destacan las flores, los destellos, los ojos grandes y las figuras estilizadas.
 

El mayor reconocimiento que consigue Candy Candy se produce una vez que es exportada a medio mundo, a cuenta de la adaptación de el manga se hizo para la televisión japonesa en 1976 por el estudio Toei Animation. La serie fue un éxito allí donde se emitió. En el caso de España, en un primer momento TVE no pudo emitirla en su totalidad, sólo cincuenta y dos capítulos de los ciento quince constaba la serie, años más tarde algunas cadenas autonómicas repusieron la serie en su totalidad. Además del manga y la serie televisiva hay que sumar dos películas de animación y la novela de Candy Candy formada por tres volúmenes en las que Mizuki reescribió la historia de Candy.

Candy Candy: la historia final, publicada por Mizuki en 2010, vino a completar el final abierto del anime y serie de televisión Candy Candy.

Un éxito que se vió acrecentado por la explotación indiscriminada de la imagen de Candy Candy hizo la ilustradora de sus historias, Ymiko Igarashi. Algunos llegaron a pensar que era la única autora de Candy Candy, hasta el punto que le ofrecieron una continuación y ella aceptó sin consultar a su otra autora Kyoko Mizuki, lo cual trajo un conflicto sobre los derechos de autor que derivó en un juicio del que salió ganando Mizuki frente a Igarashi.
  

La historia de Candy a diferencia de la mayoría de la animación nipona caracterizada por contarnos aventuras e historias fantásticas, se desarrolla en un contexto mucho más pegado a la realidad. Si bien, la ambientación en la serie constituye toda una evocación al romanticismo, a la nostalgia, a los más nobles y bellos sentimientos, llevando al telespectador a momentos de máxima emoción, alegría, tristeza y sufrimiento en cada uno de sus episodios.


Una serie, si por algo hay que destacar es por haber sabido transmitir enseñanzas importantes sobre la vida. Con Candy aprendimos que la vida no es un camino de rosas, que para alcanzar la felicidad requiere de ciertos sacrificios, no por ser bueno significa tener éxito, ante la adversidades mejor encarar con optimismo y alegría, y sobre todo nunca perder la ilusión por vivir, pues la felicidad se valora y disfruta mejor superando ciertas dificultades en su logro.


En la serie Candy Candy, tres son los lugares principales a destacar en la vida de nuestra protagonista Hogar de Pony, Nueva York y Londres. En el orfanato Hogar de Pony permanece durante los primeros años de su infancia bajo el cuidado de la hermana María y la señorita Pony y en compañía de su amiga Annie.

 Anthony.

Hasta que es adoptada por la familia Leagan que la lleva a vivir a Nueva York, allí tiene que soportar a los malvados Neil y Eliza que le hacen la vida imposible, también conoce a Stear y Archie, y al que fue su primer amor Anthony, el cual fallece al sufrir un accidente de caballo. 
 
  Terry.

En Londres, Candy recibirá su formación en el colegio San Pablo. Allí conoce al que será su otro gran amor Terry, un chico que aspiraba a actor. Pero su mala suerte en el amor prosigue cuando éste se acaba casando por compasión con Susana, una joven compañera de teatro que sufrió un accidente.

 El príncipe de la colina.

Sin olvidar el príncipe de la colina que aparece por primera vez en la colina Hogar de Pony como un chico misterioso del cual Candy queda prendada, y cuya personalidad permanecerá oculta a lo largo de la serie, desvelándose en un final abierto para desdicha de los que ansiaban el reencuentro entre Candy y Terry.

 Albert.

Tal vez, con ese final su autora ha querido significar que el amor más entregado y pasional no es el que nos da la felicidad, lo que realmente nos hace felices es cuando el amor se manifiesta con gratitud, cuidados, atenciones, y sobre todo nos acompaña en los momentos de mayor soledad y tristeza. Tal es así, incluso para la dulce Candy, a pesar de su empeño e ilusión por conseguir el amor deseado y la felicidad ansiada primero junto a Anthony y después con Terry. Su destino era otro, y sin darse cuenta este estuvo presente a lo largo de la serie personificado en su amigo Albert, aquel que aparecía por sorpresa en los momentos más tristes y difíciles para Candy, el que la protegía de los peligros le acechaban, el que se hizo pasar por su padre adoptivo como Tío abuelo Williams. En definitiva el verdadero príncipe de la colina por el que tanto suspiró y soñó Candy.

Sintonía final de la serie Candy Candy.

A mi amiga Candy, cuya flor llevo prendida para siempre en mi corazón.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Ángeles Caso, la musa del 'Telediario'.


 

Hoy día, Ángeles Caso es una de las escritoras más reconocidas de nuestro país con una destacada y prolífica carrera literaria. Pero hubo un tiempo lejano, como ella gusta decir, en el que fue un rostro habitual de nuestra televisión. Su paso por la pequeña pantalla duró poco tiempo, pero fue quién para dejar una huella imborrable en la memoria colectiva de toda una generación de telespectadores. 


Tras finalizar la carrera de Historia del Arte y ante la escasez de salidas profesionales con las que contaba, decide probar suerte en el mundo del periodismo. En 1984 se inicia en su Asturias natal presentando el programa Asturías, aquí del centro territorial de TVE.


En seguida los directivos de TVE en Madrid se fijan en ella ofreciéndole la presentación del Telediario. La propuesta sin duda era de lo más tentadora, y cuando se es joven difícilmente se puede decir que no. Ángeles Caso sin asimilarlo demasiado acepta, integrando junto a otras jóvenes promesas del periodismo, como Concha García Campoy, Paco Lobatón, Carlos Herrera o Manuel Campo Vidal, unos telediarios completamente renovados con una imagen mucho más moderna, cercana y menos institucional propiciada por el entonces director de informativos Enric Sopena. Mientras la primera edición del Telediario estuvo formada por la pareja Manuel Campo Vidal y Concha García Campoy, la segunda edición fue ocupada en un primer momento por Carlos Herrera para sucederle después Paco Lobatón a los que acompañó Ángeles Caso.


Ángeles Caso no imaginaba nada más aparecer en el Telediario, que el telespectador se percataría hasta el punto de quedar atrapado por la belleza y fragilidad denotaba su rostro envuelto por una melena amplia, que con mirada intensa y voz entre dulce y serena acompañaba al relato de la actualidad de cada día. Un éxito que lleva a la dirección de TVE ofrecerle la presentación de otros espacios como el magazine La tarde, el cual asume durante un tiempo. Hasta que decide abandonar la televisión, para no verse encerrada en una popularidad que no buscaba ni quería. Tras un breve período en el área de Comunicación e Imagen de la Expo'92, en abril de 1988 se incorpora a la cadena Ser para presentar el programa No me hagas caso, y un año más tarde en RNE, para primero presentar y después dirigir el programa cultural El ojo crítico, hasta octubre de 1994 cuando decide abandonar el periodismo para dedicarse por entero a la literatura, su verdadera vocación.
 
Camilo José Cela y Ángeles Caso, ganador y finalista repectivamente del Premio Planeta 1994.

Su primera obra publicada fue Elizabeth, emperatriz de Austria-Hungría o el hada maldita 1993, una biografía de la conocida emperatriz Sissi a la que sumó dos libros más, uno de ellos recoge la vida de la emperatriz austro-húngara a través de su álbum fotográfico y el otro un poemario de la propia emperatriz. Pero al participar en los Premio Planeta 1994 con la novela El peso de las sombras por la que consigue quedar finalista frente a todo un premio Nobel Camilo José Cela que se alzó con el premio por La cruz de San Andrés, le sirvió para relanzar su carrera literaria hasta el punto de llegar a vender más que el ganador.


Una fecunda labor literaria en la que ha ido alternando narrativa con ensayo histórico, y en la que las mujeres han sido en gran medida las grandes protagonistas de gran parte de su obra, como una de sus últimas novelas Contra el viento por la que consigue hacerse con el Premio Planeta 2009.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Hasta siempre, Emilio Aragón 'Miliki'.


Había una vez un payaso llamado Miliki que alegraba el corazón y hacía las delicias de cientos de miles de niños durante los 70 y principios de los 80 con el show de Los payasos de la tele junto a Gaby, Fofó, Fofito y Milikito, en los 90 con sus programas infantiles al lado de su hija Rita Irasema, o a través de sus canciones que han perdurado con el tiempo llegando hasta nuestros días al estar entre las preferidas de los más pequeños.


Emilio Aragón formaba parte de la cuarta generación de una familia con casi doscientos años vinculada al mundo del circo. Una tradición familiar que ha ido pasando de padres a hijos, y que en el caso de Emilio Aragón y sus hermanos ha sido mamada desde cuna donde se les inculcó el amor por la profesión hasta convertirse en el grupo de payasos más famoso y significativo de nuestro país Los payasos de la tele. Después de seguir los pasos de sus padres en sus giras por medio mundo. Los hermanos Gabriel, Alfonso y Emilio Aragón deciden independizarse, creando su propio espectáculo como trío formado por los payasos Gaby, Fofó y Miliki. Espectáculo que dieron comienzo en 1939 en el Circo Price de Madrid, para después llevarlo a América recorriendo medio continente con gran éxito.


Pero un buen día deciden regresar de nuevo a España y lo hacen de la mano de la televisión en 1973. Pronto se convierten en todo un fenómeno sociológico al causar gran sensación entre los más pequeños. Los niños cantan, ríen y disfrutan con  El gran circo de TVE, un espectáculo disparatado, ingenioso y participativo en el que se combina música, humor y números circenses.


Miliki iba provisto de un camisón elástico rojo, zapatones negros y gorra a cuadros. Era el más travieso de todos, seguramente por ello el más querido por los niños ya que siempre hacía de las suyas, haciéndose acompañar de su acordeón y su característico naniananananiana que le servía para encubrir todas sus fechorías.


A parte de Los payasos de la tele y sus programas de televisión de los 90. Emilio Aragón desarrolló una prolífica carrera más allá de su faceta de cómico como escritor, guionista, actor y sobre todo compositor y músico, cuyos temas en su mayoría fueron pensados para sus espectáculos y disfrute de los más pequeños. Canciones como: Susanita tiene un ratón, el auto nuevo, cómo me pica la nariz, la gallina turuleca, había una vez, don Pepito, feliz en tu día…están entre las más recordadas y tarareadas por niños y mayores porque no decirlo. 


La función ha llegado a su fin, y aunque Emilio Aragón ya no volverá, Miliki si permanecerá para siempre en nuestro recuerdo invitándonos una y otra vez a pasar y ver el circo a modo de: ¿cómo están ustedes? y todos seguiremos diciendo: ¡bieeeeeennnn!...



viernes, 2 de noviembre de 2012

Angela Lansbury, la intrépida Jessica Fletcher.


Angela Brigit MacGill Lansbury, mas conocida como Angela Lansbury, pertenece al selecto grupo de actores y actrices que el hecho de cumplir años, lejos de perjudicarles, ven reforzado su gran valía y merecimiento gracias al trabajo, tesón y entrega ponen a sus interpretaciones.


Como en su día comenté respecto a otra grande de la escena norteamericana, ya fallecida Bea Arthur, con la que Angela Lansbury, por cierto, mantuvo una gran amistad además de compartir escena con uno de sus mayores éxitos, el musical Mame. Posiblemente, hoy día ambas quedarían relegadas al olvido, perdiéndonos personajes únicos y difícilmente repetibles como Dorothy en el caso de Bea Arthur, que interpretó pasados los sesenta años, o Jessica Fletcher en el de Angela Lansbury, y que comenzó cerca de los sesenta.
 

Angela Lansbury tiene el honor de ser una de las actrices que cuenta con mayor número de apariciones tanto en teatro como en televisión. Nada se le ha resistido, ya fuere comedia, drama, teatro musical hasta doblaje. Lo que le permitió debido a su gran talento y variedad de registros alcanzar lo más alto en el mundo del espectáculo.


De origen inglés, considerada, aunque suene un tanto mercantilista, una de las más grandes en la exportación a EE.UU de actores británicos. Su madre también actriz, padre y abuelo dedicados a la política, este último un reconocido político laboralista, oficio que en definitiva no deja de ser también una manera de interpretación. Lo cierto es que Angela Lansbury, no sé si por cuestión de genes o porque lo ha mamado, ha sido capaz de algo que sólo está a la altura de los más grandes intérpretes, y es el hecho de crear toda una serie de personajes únicos capaces de traspasar la pantalla o el propio escenario atrapando al espectador.

Angela Lansbury en el personaje de Dennis Mame en el musical del mismo nombre y que supuso su consagración como gran estrella.

Su palmarés, en cuanto a premios y nominaciones ha recibido, es impresionante. Para empezar, hay que recordar que además de actriz es cantante. El teatro musical constituye el pilar fundamental en su carrera profesional. No es para menos, cuenta con cinco premios Tony, lo que le ha merecido el calificativo de reina británica de Broadway en EE.UU. De los que cabe destacar el recibido por el musical Mame que representó entre 1966-69, o por su personaje de diabólica panadera Mrs. Lovett en el musical Sweeney Todd 1979, y más recientemente en el 2009 por la obra teatral Blithe Spirit.

Angela Lansbury caracterizada como Mrs. Lovett en el musical Sweeney Todd, constituyendo otro de sus grandes éxitos.

Por otro lado, se ha hecho con seis Globos de oro, cuatro de ellos gracias al personaje que la catapultó al mayor de los reconocimientos a nivel mundial, que no fue otro que el personaje de Jessica Fletcher en la serie Se ha escrito un crimen.


Sin embargo, a pesar de haber sido nominada en doce ocasiones a los Emmy, no ha conseguido alguno. Tampoco ha recibido hasta el momento ningún Oscar a pesar de contar con tres nominaciones como mejor actriz de reparto. Siendo la primera por La luz que agoniza 1944, en la que hacía de doncella descarada que sacaba de sus casillas a Ingrid Bergman, El retrato de Dorian Gray 1945, en la piel de una joven actriz que se suicidaba al ser abandonada por su novio y por El mensajero del miedo 1962. Preciada estatuilla que se le viene resistiendo o negando injustamente. Si bien ella ha reconocido que quizá el no contar con papeles protagonista en el cine fuese el motivo de no ser distinguida con tal preciado galardón, pero lejos de perjudicarla cree le ha ayudado en su carrera.

Angela Lansbury en el papel de Gladys Hallward en la película El retrato de Dorian Gray 1945.

Angela Lansbury, como ya señalé, es inglesa de nacimiento. Fallecido su padre siendo todavía una niña, su madre decide emigrar a EE.UU. A pesar de haberse trasladado a tan pronta edad, Lansbury no ha perdido el espíritu inglés en cuanto a conducta de vida y ética profesional y que ha marcado su vida, aunque se considera inmigrante se siente tan estadounidense como los demás, porque como bien dice, EE.UU es un país de inmigrantes.

Angela Lansbury junto a Victor Mature en Sansón y Dalila 1949.

Los primeros años residió en Nueva York donde cursó estudios en la Escuela de Arte Dramático Feagin. Su debut en los escenarios tiene lugar en Canadá y de la mano del music hall. Pronto se traslada a vivir a los Ángeles, donde su madre y ella trabajaron en tiendas como cajeras y vendedoras. Y con sólo diecinueve años tiene lugar su incursión en el cine a través de pequeños papeles que le permitió ir adquiriendo fama hasta llegar firmar un contrato con la MGM participando en títulos como El estado de la unión 1948, Los tres mosqueteros 1948, en el personaje de Ana de Austria, así como Sansón y Dalila 1949, donde interpretó a Semadar la hermana mayor de Dalila.

Angela Lansbury en el personaje principal de señorita Price del clásico Disney La bruja novata 1971, película que combinaba animación y personajes reales llegando a tener un enorme éxito a nivel internacional.

Adquirirá gran popularidad por su papel protagonista en ya todo un clásico de Disney, La bruja novata 1971, donde hacía de la señorita Price, una solterona que empleaba sus conocimientos de brujería para combatir a las tropas nazis ayudándose de unos niños huérfanos había acogido.

Ha prestado su voz a varias películas animadas como La bella y la bestia 1991, en el personaje de la tetera señora Potts (imagen), Anastasia 1997 y Kingdom Hearts 2 2006.

Pero la figura de Ángela Lansbury estará siempre ligada a la de Jessica Fletcher, supuso su gran reconocimiento mundial como actriz. Y posiblemente, Se ha escrito un crimen constituya una de las series de misterio más importantes en cuanto a número de seguidores ha conseguido atrapar para el género.


Hay que recordar que esta serie de la CBS contó con doscientos sesenta y cuatro episodios repartidos en doce temporadas (1984-1996), aparte de los cuatro telefilmes se grabaron terminada la serie para alegría de sus más fieles admiradores. Aquí en España fue emitida por primera vez por TVE con gran éxito de audiencia, hasta el punto de haber sido repuesta varias veces. Es una serie que ha sabido envejecer muy bien, pudiendo disfrutarse hasta hace bien poco. De hecho hace unos cuantos años siguieron emitiendo varias televisiones autonómicas y del continente europeo.


Todo gracias a la efectividad argumental y narrativa de la serie y muy especialmente a la calidad interpretativa de Angela Lansbury como principal protagonista en el papel de Jessica Fletcher. Todo un personaje que sólo podía salir de una de las actrices más reconocidas y prestigiosas del teatro musical de Broadway. Angela Lansbury supo dotar de un carisma especial a Jessica Fletcher. Tanto la serie como su personaje principal tienen como principal referente a la novelista inglesa Agatha Christie así como a uno de sus más importantes personajes Miss Marple. Para Lansbury no era algo nuevo, pues ya había interpretado con anterioridad varios personajes de la mítica escritora inglesa. Así la pudimos ver como Salomé Otterbourne en La muerte en el Nilo 1978, convirtiéndose en una de sus mejores interpretaciones que le valió una nominación a los BAFTA, o como Miss Marple en El espejo roto 1980.


Resultó significativo que por primera vez se abriese en la televisión norteamericana el camino interpretativo en el papel protagonista a una mujer investigadora, hasta la fecha reservado únicamente al género masculino.


La serie se caracterizaba por contar en cada capítulo con una estructura similar. El argumento se desarrollaba, especialmente durante las primeras temporadas, en Cabot Cove, pueblo costero del estado de Maine y lugar de retiro de Jessica Fletcher antigua profesora de inglés, que tras la muerte de su marido decide dedicarse a escribir novelas de misterio. Se ve que se le quedó pequeño Cabot Cove, y aprovechando su condición de escritora la lleva a viajar por toda la geografía de los EE.UU. ya sea para para promocionar sus novelas, dar conferencias o visitar amigos, fijando su residencia en Nueva York. El caso es que allí donde se presenta suele verse envuelta en casos de asesinato. Su curiosidad la lleva a inmiscuirse en las propias investigaciones llevadas a cabo por las autoridades locales, no exento de generar fricciones por ambas partes, contraponiéndose el análisis sutil y observador de Jessica Fletcher con los razonamientos simples y deducciones precipitadas de las autoridades. Al final, Jessica siempre acaba descubriendo al autor del crimen, que nunca es la persona que se sospecha al principio, dejando así en ridículo a la investigación oficial. Y lo conseguía de dos formas: bien tendiéndole una trampa o agrupando a los principales implicados y ante los cuales desmontaba la coartada del asesino.

Angela Lansbury junto a Tom Bosley (Sheriff Tupper).

Las historias se nos presentaban de forma no excesivamente enrevesada donde los implicados resultaban perfectamente definidos, invitándose así al telespectador a seguir el análisis deductivo de Jessica Fletcher hasta descubrir quien era el culpable. Juego deductivo que hizo atrapar a millones de espectadores en todo el mundo, alcanzando para la propia CBS cifras de hasta veintitrés millones de espectadores. El éxito fue tan rotundo que se prolongó durante todas sus temporadas y su final vino propiciado más que nada por el cansancio acusaba la propia Lansbury, que por aquel entonces ya rondaba los setenta años.

 Angela Lansbury junto a Ron Masak (Sheriff Metzger) y William Windom (Dr. Seth Hazlitt).

La serie contaba en cada episodio con actores invitados, algunos reconocidos y otros no tanto, como George Clooney, Joaquim Phoenix, Andy García, Tom Selleck, Leslie Nielsen, Courteney Cox, Marcia Cross, Neil Patrick Harris, aparte de los habituales. Así, junto a Jessica Fletcher estaban Harry McGraw (Jerry Orbach), un detective privado que se hizo bastante popular entre el público y que incluso llegó a independizarse con su propia serie de televisión The Law & Harry McGraw, aunque no tuvo éxito. Otros personajes que tuvieron continuidad fueron los comisarios, Amos Tupper (Tom Bosley) y Mort Metzger (Ron Masak), este último vino a sustituir al anterior en las últimas siete temporadas. También destacar al Dr. Seth Hazlitt (William Windom), médico de Cabot Cove y gran amigo de Jessica, siendo el que más tiempo ha permanecido en la serie.

Lansbury y Marian Seldes en la obra Deuce 2007.

Finalizada la grabación de la serie en 1995, Angela Lansbury redujo considerablemente sus apariciones volcándose en su familia y en la enseñanza del oficio de actor. Será en 2005 tras la muerte de su marido, cuando retome su carrera participando en la película La niñera mágica. También la pudimos ver en el teatro con las obras Deuce y Blithe Spirit, en varias películas para televisión, así como en algunos episodios de la serie Ley y orden. Su último trabajo tuvo lugar en la gran pantalla con la comedia Los pingüinos del Sr. Popper 2011.
 

sábado, 13 de octubre de 2012

Rosa María Calaf, una periodista trotamundos.

 
Viajera incansable, curtida por numerosos conflictos y testigo directo de las mayores proezas, infamias y dramas humanos de los últimos cuarenta años. Rosa María Calaf desde que en 1983 se hace con la corresponsalía de Moscú, ha sido un no parar, haciendo de su profesión su vida.


Desde Moscú, nos relató acontecimientos como la Perestroika de Gorvachov y el desmoronamiento de la URSS tras la caída del Muro de Berlín; en la corresponsalía de Viena para los países del Este-Balcanes, nos mostró las nuevas realidades de los países ex soviéticos; en la corresponsalía de Buenos Aires para América del Sur, fue testigo de la puesta en marcha de las democracias en Latinoamérica; como corresponsal en Nueva York, vivió la época Reagan, la consolidación del modelo 'neocom', la crisis del viejo periodismo estadounidense y de las grandes cadenas generalistas (NBC, CBS y ABC) ante las nuevas formas de hacer de la CNN; y durante su estancia en Roma, pudimos conocer las tensiones políticas entre el Estado italiano y el Vaticano; hasta su último destino Asía-Pacífico y China, con el efecto devastador del Tsunami, los conflictos de China con el Tibet, así como los juegos olímpicos de Beijing fueron sus últimos testimonios de su labor profesional como corresponsal.


En sus veinticinco años como corresponsal y treinta y siete como profesional de RTVE, ha conseguido que sus crónicas sean toda una lección magistral a futuras generaciones sobre lo que debe ser la esencia del buen reporterismo.

Rosa María Calaf en un viaje por África, verano de 1973.

Ya, pocos quedan de la estirpe y categoría de Rosa María Calaf, de esos periodistas con oficio, profesionalidad y saber estar, sin postularse como protagonista de la noticia, simplemente como narradora eficaz y discreta. Periodista comprometida, que contó lo que los demás silenciaban, allí donde se produce la noticia, con sus protagonistas, sin hacer espectáculo de ello.


Premio a toda una vida recibido de la Academia de la Televisión.

Muy crítica con la situación de degradación del periodismo actual, con el papel de los medios de comunicación que anteponen el negocio a su función social. Hasta el punto de considerar más importante estar en el lugar de la noticia en su afán por el culto a la instantaneidad a saber lo que realmente pasa. Donde noticias que deberían llevar el calificativo de trágicas, dramáticas e intolerables, se sustituye por el de espectaculares. Resulta paradójico que cuando la realidad ha sido más mediatizada y más acceso tenemos a  lo que sucede, es cuando menos informados estamos. Ahora tenemos más medios que nunca, pero con el mismo mensaje. Por otro lado, el desarrollo de los medios y las nuevas tecnologías han conectado todo el planeta, sin embargo, los temas de internacional ocupan cada vez menos espacio y su tratamiento es cada vez más superficial. Las noticias se acortan, pone el ejemplo de su referencia personal, en 1983, cuando era corresponsal en Nueva York, una crónica de Telediario en España era de tres minutos; en 1988 en su puesto en Moscú era de algo más de dos minutos; en Buenos Aires después se pasó al minuto cuarenta y cinco; en Roma, en 1996, minuto y medio y en Asia-Pacífico conseguir un minuto diez era una proeza.

Transmisión realizada desde un avión para el TD2 sobre el terremoto de Sichuan.

Sin embargo a pesar de pasar por situaciones difíciles cubriendo muchas zonas del Planeta convulsas, en sus treinta y siete años de profesión, ha sido una carta de prejubilación quien la ha quitado de en medio de forma totalmente injusta, con todo un bagaje conseguido a base de la experiencia dan los años, se antepuso la edad a cualquier otra razón. Ya sólo nos queda en el recuerdo su buen hacer a través de sus crónicas desde cualquier parte del mundo, por su peculiar mechón plateado, que la diferenciaba y singularizaba de los demás, como si un animal en extinción se tratase, pero siempre desde una posición combativa y nunca por encima de la noticia. 


Su último trabajo para TVE fue un reportaje para En Portada sobre la democracia en Filipinas. Sin duda, resulta de lo más significativo al recordarme a Los últimos de Filipinas, aquel hecho histórico que marcó un antes y un después en la historia de España, que llevado al periodismo daría para la reflexión y preocupación.


En la actualidad, Rosa María Calaf se dedica a ofrecer a los demás lo que ella aprendió, especialmente a futuras generaciones de periodistas a través de conferencias por Universidades. Desde 2009 ostenta la presidencia del Centro Internacional de Prensa de Barcelona.