Hace 30 años, un jueves 15 de julio de 1982 nada más finalizar el Teledario 2ª edición sobre las 21.35 horas, pudimos presenciar por primera vez en España y a través de TVE1 una de las series de divulgación científica más impactantes y de mayor éxito se recuerdan en televisión Cosmos: un viaje personal. Conducida y escrita por el fallecido astrofísico Carl Sagan para la televisión pública estadounidense a finales de los 70, en la que a través de sus trece capítulos de una hora de duración, el propio Sagan nos fue contando la historia de la humanidad en torno al Universo como no se había hecho hasta el momento, desde el entusiasmo de un verdadero apasionado de la ciencia y por medio de un lenguaje claro al que acompañaban sorprendentes imágenes con efectos especiales y una extraordinaria selección musical en cada una de las secuencias ilustraban sus historias, consiguiendo así despertar el interés y curiosidad de millones de telespectadores y también, como no, descubrir cientos de vocaciones científicas.
Carl Sagan fue un científico que adquirió prestigio y fama a nivel mundial especialmente por su gran capacidad para atraer al gran público en su interés por la ciencia. Vio en la clase política y la iglesia los principales inconvenientes para un correcto desarrollo del método científico y pensamiento crítico. Y como escéptico militante le llevó a mostrarse especialmente combativo con las creencias infundadas desde la astrología hasta la superstería. Además siempre se mostró preocupado por el escaso interés mostraban los medios de comunicación por la divulgación científica y la forma en que esta era transmitida. Hasta el punto que en su colaboración con la NASA para la exploración de Marte, hecho que fue desatendido por completo por los medios de comunicación. Esto provocó en él una enorme frustración, y como respuesta a la misma surge la serie Cosmos.
Lo que Carl Sagan no podría imaginar era que Cosmos llegase a tener tanta repercusión. De hecho pasó a ser emitida en más de sesenta países y vista por cientos de millones de telespectadores. Considerada una verdadera obra de culto y de obligada consulta por su enorme valor didáctico, pues consiguió casi lo imposible y es que el saber científico resultase sencillo y claro a un telespectador no erudito en la materia pero tratado como requiere, con todo el rigor y profundidad. De esta forma pasaron a resultar familiares al común términos como big bang, supernovas, galaxias, quarks, agujeros negros, quasars, entre otros. Supimos de las partículas más elementales componen el Universo, de la teoría de la evolución, de la probabilidad de vida extraterrestre. Pero su lección no terminaba en los descubrimientos y conocimientos de la humanidad en torno al Universo. Trató de involucrar al telespectador con una serie de interrogantes sobre su propia existencia y devenir haciéndole partícipe en su descubrimiento. Y nos alertó a su vez de ciertos peligros podría desencadenar la acción del Hombre sobre la Tierra, desde la guerra nuclear pasando por el cambio climático. Su repercusión no quedó reducida a la serie televisiva, Cosmos contó con su versión en papel lo que le llevó a ser uno de los libros científicos más vendidos del siglo XX.
Cosmos ha conseguido ser mucho más que un referente dentro de los programas de divulgación científica en televisión. Constituye toda una reliquia del saber científico, cuyos postulados siguen permanentemente indelebles en el pensamiento humano, en la orilla del océano cósmico, en referencia al título del primer capítulo de la serie, sólo es cuestión de sumergirnos en él y así poder descubrirnos, como si de un viaje personal se tratase.