Viajera incansable, curtida por numerosos conflictos y testigo directo de las mayores proezas, infamias y dramas humanos de los últimos cuarenta años. Rosa María Calaf desde que en 1983 se hace con la corresponsalía de Moscú, ha sido un no parar, haciendo de su profesión su vida.
Desde Moscú, nos relató acontecimientos como la Perestroika de Gorvachov y el desmoronamiento de la URSS tras la caída del Muro de Berlín; en la corresponsalía de Viena para los países del Este-Balcanes, nos mostró las nuevas realidades de los países ex soviéticos; en la corresponsalía de Buenos Aires para América del Sur, fue testigo de la puesta en marcha de las democracias en Latinoamérica; como corresponsal en Nueva York, vivió la época Reagan, la consolidación del modelo 'neocom', la crisis del viejo periodismo estadounidense y de las grandes cadenas generalistas (NBC, CBS y ABC) ante las nuevas formas de hacer de la CNN; y durante su estancia en Roma, pudimos conocer las tensiones políticas entre el Estado italiano y el Vaticano; hasta su último destino Asía-Pacífico y China, con el efecto devastador del Tsunami, los conflictos de China con el Tibet, así como los juegos olímpicos de Beijing fueron sus últimos testimonios de su labor profesional como corresponsal.
En sus veinticinco años como corresponsal y treinta y siete como profesional de RTVE, ha conseguido que sus crónicas sean toda una lección magistral a futuras generaciones sobre lo que debe ser la esencia del buen reporterismo.
Rosa María Calaf en un viaje por África, verano de 1973.
Ya, pocos quedan de la estirpe y categoría de Rosa María Calaf, de esos periodistas con oficio, profesionalidad y saber estar, sin postularse como protagonista de la noticia, simplemente como narradora eficaz y discreta. Periodista comprometida, que contó lo que los demás silenciaban, allí donde se produce la noticia, con sus protagonistas, sin hacer espectáculo de ello.
Premio a toda una vida recibido de la Academia de la Televisión.
Muy crítica con la situación de degradación del periodismo actual, con el papel de los medios de comunicación que anteponen el negocio a su función social. Hasta el punto de considerar más importante estar en el lugar de la noticia en su afán por el culto a la instantaneidad a saber lo que realmente pasa. Donde noticias que deberían llevar el calificativo de trágicas, dramáticas e intolerables, se sustituye por el de espectaculares. Resulta paradójico que cuando la realidad ha sido más mediatizada y más acceso tenemos a lo que sucede, es cuando menos informados estamos. Ahora tenemos más medios que nunca, pero con el mismo mensaje. Por otro lado, el desarrollo de los medios y las nuevas tecnologías han conectado todo el planeta, sin embargo, los temas de internacional ocupan cada vez menos espacio y su tratamiento es cada vez más superficial. Las noticias se acortan, pone el ejemplo de su referencia personal, en 1983, cuando era corresponsal en Nueva York, una crónica de Telediario en España era de tres minutos; en 1988 en su puesto en Moscú era de algo más de dos minutos; en Buenos Aires después se pasó al minuto cuarenta y cinco; en Roma, en 1996, minuto y medio y en Asia-Pacífico conseguir un minuto diez era una proeza.
Transmisión realizada desde un avión para el TD2 sobre el terremoto de Sichuan.
Sin embargo a pesar de pasar por situaciones difíciles cubriendo muchas zonas del Planeta convulsas, en sus treinta y siete años de profesión, ha sido una carta de prejubilación quien la ha quitado de en medio de forma totalmente injusta, con todo un bagaje conseguido a base de la experiencia dan los años, se antepuso la edad a cualquier otra razón. Ya sólo nos queda en el recuerdo su buen hacer a través de sus crónicas desde cualquier parte del mundo, por su peculiar mechón plateado, que la diferenciaba y singularizaba de los demás, como si un animal en extinción se tratase, pero siempre desde una posición combativa y nunca por encima de la noticia.
Su último trabajo para TVE fue un reportaje para En Portada sobre la democracia en Filipinas. Sin duda, resulta de lo más significativo al recordarme a Los últimos de Filipinas, aquel hecho histórico que marcó un antes y un después en la historia de España, que llevado al periodismo daría para la reflexión y preocupación.
En la actualidad, Rosa María Calaf se dedica a ofrecer a los demás lo que ella aprendió, especialmente a futuras generaciones de periodistas a través de conferencias por Universidades. Desde 2009 ostenta la presidencia del Centro Internacional de Prensa de Barcelona.